jueves, 29 de noviembre de 2007

Miguel Rodríguez Y Su Arte Por El Medio Ambiente

“Cuando uno tiene un principio puede tomar cartas en el asunto”

Tras 15 años de labores como celador en el Museo de Arte Moderno de Cartagena, Miguel Rodríguez ha encontrado en su escultura autodidacta en madera, la estrategia perfecta para tallar su voz de protesta.
“Lo que tenemos ahora, posiblemente lo perdamos”, afirma este sanantereño de 42 años, expresando su sentir por el medio ambiente y la preocupación que le producen la tala del mangle, el cierre de las ciénagas, el crecimiento indiscriminado de la hotelería y la instalación de un cable submarino.

Acercarse a la obra de este escultor es hacerlo a su sencillez. Su arte logra condensar lo que emana de su corazón cuando se habla con él. La madera rústica y en ocasiones algo tosca alude a su inocencia artística, mientras las expresiones de lo que talla lo hacen con el sentimiento de su corazón.
“Nací en una región rodeada de mar que ha sido devastada” cuenta con tristeza al evocar sus años de infancia, en los que eran frecuentes la cercanía y el contacto con el mangle, las gaviotas, los peces y demás animales que habitan en el mar.

Actualmente se encuentra desarrollando un nuevo proyecto de defensa medioambiental.
“Cuando uno tiene un principio puede tomar cartas en el asunto” asegura.

De celador a escultor

Miguel lleva nueve años en el oficio de escultor, pero su relación con la madera se dio mucho antes gracias a dos años de labores en un taller de carpintería, en el que aprendió algunas técnicas para trabajarla. Sin embargo su debut como escultor inició tras el nacimiento de Cielo Luz, su primera hija. Fue como una revelación que lo motivó a tallar no sólo como un hobby.
Así, gracias al apoyo de su familia, los estímulos de otros artistas y a las capacitaciones que recibía en el Museo de Arte Moderno, tomó “este cuento del arte” en serio, pasando de ser el celador que además de colaborar con la adecuación del museo, soñaba con alguna vez ser quien exhibía sus obras. Y así fue.

Del árbol a sus manos
Su arte se caracteriza por pertenecer a una tendencia contemporánea, que en su caso, posee un estilo renacentista que combina la sutileza expresiva con una habilidad inigualable para descubrir la belleza intrínseca de los materiales.
La madera que recoge al azar de las diferentes zonas de la ciudad durante las noches le susurrara que quiere ser transformada en las figuras de las especies nativas de las zonas costeras.
“La forma la veo en el interior de la madera, analizo los nudos, los colores y esculpo en la Ceiba”.
Rodríguez define los temas en los que basa sus esculturas, pero mirando su materia prima es que encuentra las formas que lo inspiran, son trabajos que él siente.
Siempre ha tenido seguridad en la existencia de un creador de todo, y aunque no tiene religión alguna, cree recibir una inspiración superior y natural.
“La madera es fuente de vida” dice mientras explica cómo los animales viven gracias a la protección que brinda a las montañas y cómo da soporte a la tierra”.

Para la elaboración de sus esculturas, afirma utilizar sólo dos tipos de herramientas, un hacha pequeña, que usa para retirar el exceso de madera, y las gurbias o formones, empleados para raer y extraer la madera mientras se le da forma a la figura. No añade ni pega nada, usa únicamente la porción de madera que está en sus manos.

Define su arte como fuerza porque es 90 por ciento pura, trata al máximo de no intervenir en exceso la madera.
“Me gusta que la naturaleza quede marcada” cuenta, por lo que se limita a darle el tratamiento necesario para su conservación, como el secado al sol para evitar la humedad, la aplicación de tiner y “mata comejen” y una capa de barniz para darle brillo. En promedio invierte una semana de trabajo por cada obra que esculpe, pero todo depende de su horario de trabajo en el museo.
Cada trabajo de este sencillo escultor, que no pretende más que ser reconocido por amar a su tierra, se convierte en un bonito ejemplo de cómo algo arrojado por otro, puede convertirse en un tesoro preciado en las manos de quien todo lo ve como significante. La madera que para unos es estorbo o basura, para Miguel es fuente de inspiración.
En un tronco cada veta, cada coloración, cada textura, etc, se transforma en un ave, en un pez o en una planta, en una voz que protesta: así como el paso del tiempo deja rastros en la madera, la mano del hombre deja huellas en la naturaleza.

1 comentario:

Luz Manosalva Méndez dijo...

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Un besote... muaaa